miércoles, 12 de noviembre de 2008

El casino de los derivados


CIUDAD DE MÉXICO — Del superpeso sólo quedó el recuerdo. Cuando México se preparaba en septiembre pasado para celebrar su independencia, en Wall Street la quiebra de Lehman Brothers cimbraba los mercados, un par de granadas azotaba Morelia y arrancaba la depreciación del peso, gradual e incesante. En tres semanas, la moneda mexicana perdió su poder, las reservas del Banco de México disminuyeron en doble dígito y los únicos que ganaron fueron los traders. No sus entidades, que vivían la peor crisis de la historia reciente.

Por años, las empresas mexicanas habían apostado –literalmente: con pesos y centavos– por la estabilidad de la moneda en sus contratos de cobertura. El dólar, a 10.50. Muchas ganaron dinero así, ‘fácil’. Pero la casa nunca pierde. Con la depreciación, los bancos estuvieron en el lado ganador. No sólo eso: debido al tipo de contrato de derivados, sus ganancias fueron al doble, del mismo tamaño que las pérdidas de las empresas. Poco a poco, a partir del 15 de septiembre, el nivel de deuda virtual de varias compañías empezó a crecer en el activo de algunos bancos, por encima de los 50 millones de dólares (mdd).

La semana trágica de las empresas mexicanas concluyó en pérdidas por más de 2,500 mdd. Cemex, Alfa, Bachoco y compañías con fuerte actividad exterior reportaron sangrías. La peor parte la sacó Controladora Comercial Mexicana que, con una pérdida reconocida de 1,080 mdd, se declaró en concurso mercantil para renegociar su deuda. Y Grupo Maseca suspendió su cotización y quedó en posición abierta a finales de octubre, con una pérdida virtual estimada de más de 1,200 mdd y el riesgo enorme, no comunicado al mercado, de que el peso vuelva a subir. “Es una irresponsabilidad”, comentó a Expansión un banquero acreedor de la firma.

Abogados, banqueros, auditores y economistas consultados pintan un panorama con muchos factores en juego. Hablan de sobrexposición al riesgo y nulo control; falta de reportes a comités financieros; ‘ignorancia’, mala suerte y hasta mentiras. El diablo salió en los detalles de los ahora infames derivados, esos instrumentos financieros de complejidad ‘infernal’, ‘bombas de tiempo’, como los llamara Warren Buffett hace cinco años.

Y todo apunta, sin embargo, a la condición humana de un grupo de directivos, vulnerable a la codicia y a su reverso, el miedo al fracaso.

“Los derivados son instrumentos que bien utilizados reducen los riesgos para las empresas, pero mal empleados respresentan riesgos fuertes para quien los utiliza”, dice Bernardo González Aréchiga, director de la Escuela de Graduados en Administración y Dirección de Empresas del Tec de Monterrey y fundador del Mercado Mexicano de Derivados.

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